Uno de los errores más comunes a la hora de tomar la decisión de invertir en una instalación fotovoltaica es pensar que ésta va a producir más energía y su rendimiento va a ser mayor cuanto más altas son las temperaturas. Al fin y al cabo, más temperatura quiere decir que hay más sol, y esto es bueno, ¿no?

A continuación, te explicamos cómo afecta la temperatura a la producción fotovoltaica.

¿Mejor en verano o en invierno?

Si bien es cierto que durante los meses de verano es cuando más energía fotovoltaica se produce, esto es debido fundamentalmente a que también es la época del año en la que más horas de sol hay a lo largo del día. Y cuanto más sol, efectivamente, mejor. Esto es debido a que las células fotovoltaicas atrapan la luz de los rayos del sol y no el calor. Para entender el porqué es necesario hablar de su principio de funcionamiento: mediante el llamado efecto fotoeléctrico, los rayos del sol activan los materiales de la célula, haciendo que liberen electrones, es decir, que se produzca electricidad.

Por lo tanto, la temperatura no es la causante de que se genere electricidad con el efecto fotoeléctrico, aunque sí que afecta al rendimiento de las células fotovoltaicas: éste es inversamente proporcional a la temperatura. Es decir, ¡cuanto más calor, peor!

Por el contrario, las bajas temperaturas mejoran el rendimiento del sistema. Por lo tanto, a pesar de que en invierno los días son más cortos y se tienen menos horas de sol y hay una mayor probabilidad de días nublados o con niebla, el frío de esta época del año es beneficioso para la producción fotovoltaica.

¿Cómo afecta la lluvia a la producción fotovoltaica?

A pesar de que esté nublado o lloviendo, sigue produciéndose energía fotovoltaica, aunque en menor medida. Esto es debido a que, aunque no se vea el sol y por lo tanto no haya una radiación solar directa, sí que existe una radiación solar difusa, que es la que capturan las células fotovoltaicas para seguir produciendo en estos casos.

Además, la lluvia tiene un efecto extra beneficioso, ya que, cuando los paneles están instalados con la inclinación adecuada, las gotas resbalan por su superficie y contribuyen a la limpieza de la misma, eliminando el polvo acumulado y mejorando, por tanto, el rendimiento de los paneles.

¿Y qué pasa si nieva?

Ya hemos hablado sobre que los paneles fotovoltaicos son más eficientes con temperaturas frías, pero, ¿qué ocurre si cae una nevada?

Si nieva levemente, no hay ningún problema. La instalación fotovoltaica es capaz de seguir produciendo incluso con nieve, aunque, como pasaba con los días lluviosos, en menor medida. Habitualmente, la propia inclinación de los paneles evita la acumulación excesiva de nieve en su superficie, y el vidrio reflectante hace que la nieve que se acumula se derrita más rápido. Como punto positivo, el color blanco de la nieve provoca lo que se conoce como efecto albedo, es decir, que los rayos del sol se reflejen sobre la superficie nevada y provoquen una mayor cantidad de radiación difusa.

En las grandes nevadas sí que tendremos que estar pendientes de que la nieve no cubra por completo la superficie de los paneles fotovoltaicos.

En resumen, la rentabilidad de un sistema fotovoltaico no depende de la época del año. Si se vive en un lugar frío y con pocas horas de luz o nevadas frecuentes en invierno, el beneficio de instalar paneles fotovoltaicos todavía podrá verse a largo plazo. Sin embargo, es necesario estudiar cada caso en particular para instalar el número adecuado de paneles y la orientación e inclinación idóneas.